El sábado empezó el mes del Ramadán, el ayuno anual que practican millones de musulmanes con ocasión de la llegada del noveno mes lunar, el mismo en el que se cree que Allah desveló los textos sagrados al profeta Mahoma.
Desde el alba hasta la puesta del sol, los practicantes de uno de los pilares del Islam no pueden injerir ningún alimento, tomar ningún líquido ni mantener relaciones sexuales. Las embarazadas, niños, ancianos o viajeros quedan dispensados de hacerlo. Y puesto que se trata de un mes que coincide con altas temperaturas, las jornadas laborales se reducen para facilitar el ayuno y hacerlo más llevadero.
Tras la caída del sol, la casa se convierte en una fiesta y se preparan abundantes manjares para el disfrute de la familia. Para los musulmanes, el ayuno es una forma de solidarizarse con aquellos que menos tienen, además de considerarlo como una forma de purificación del alma y el cuerpo.