Colaboraciones, Da qué pensar

«Un estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas buenas leyes»

Hace tiempo conocí a un tipo curioso que me regaló una frase que guardé y colgué en el llavero: “Los datos suficientemente torturados acaban por confesar”. No estoy haciendo apología de la tortura ni pretendo que ahoguéis vuestros apuntes universitarios o les cortéis las tapas a los libros para que tras horas de sufrimiento os confiesen la piedra filosofal como si fuerais Mr. Blonde.

Tampoco es la intención que hagáis sacrificios con el dominical, dudéis de la fidelidad que os profesan o que nunca más pongáis el telediario en prime time. En estas semanas de alboroto y excitación, las manos más negras de los laberintos políticos extienden sus brazos, se ponen sus guantes blancos, relucen las mejores sonrisas, arrancan las maquinarias y…todo sigue igual.

¿Decepcionado con el final de esa frase? ¿Esperaba el lector un final sorprendente, agitado? ¿Siguen sus ojos igual de cerrados? Es precisamente en el sentido más profundo de esa sentencia donde radica el mayor de los peligros: echar el ancla en alta mar. En esa situación tan indeseable, se acaban los sueños, llega la peste y los hombres terminan devorándose, física y mentalmente, unos a otros. ¿No es precioso ir a la deriva? ¿No es inteligente, en ocasiones, dejarse llevar? ¿No es útil dejar a los hombres pensar y decidir?

¿No se ve aislado el almirante del barco en su despacho de paredes de caoba, fumando un habano tras otro y repitiendo renglones en su ya manchada carta de navegación, mientras sus hombres se aniquilan unos a otros arriba en cubierta?

Aristóteles dijo «Un estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas buenas leyes.»  Probablemente hacen falta ambas cosas, pero la experiencia nos dice que la primera es bastante complicada de encontrar. No hace falta mucho esfuerzo para recordar a Rajoy defendiendo a Bárcenas para luego acusarle de traición, o a Zaplana insistiendo con un informe policial contrario en la mano que el 11-M era cosa de ETA o a Rubalcaba hablando de socialismo. Sí, aunque parezca mentira, Rubalcaba y socialismo pueden ir juntos en la misma frase.

Si el fundador de la lógica dijo eso… ¿por qué tiene uno que gastar horas sentado en el sofá, enciclopedia en mano,  y repasando siglos de historia a lo largo y ancho del planeta para no encontrar ninguno? No dejo de escuchar eso de “Tenemos lo que nos merecemos”

Llamadles, si os atrevéis, idealistas, o visionarios, o incluso soñadores, pero su respuesta es CUL-TU-RA. Cuando Aristóteles dijo aquello, seguro que no sólo hablaba de bondad. Hablaba de actitudes y aptitudes. De espíritu, pero también de sacrificio, de inteligencia, de justicia. Sería feliz haciendo de abuelo entrañable, bastón en mano y jersey de rombos, un poco encorvado,  proclamando que “esto en mis tiempos no pasaba”.  Pero en nuestros tiempos, y en los de los abuelos de nuestros abuelos, desde que la sociedad es sociedad, los dirigentes han actuado desde la soberbia de la incapacidad. Se ha aupado al necio y se ha admirado al pillo, se ha denunciado al dispuesto y se ha ejecutado al sensato.

A eso se le llama poder. Suponemos que Aristóteles sabía de esto cuando era profesor de Alejandro Magno, un mocoso respondón de 13 años pero hijo de Filipo II, rey de Macedonia. O cuando estaba en clase papiro en mano escuchando a Platón y tirándole bolitas de papel mojado cuando se daba la vuelta. Lo que quizá no sabía Aristóteles es que 24 siglos después queda confirmado que el poder corrompe. Que el poder es la picadura de la víbora más venenosa. Que el elixir de la superioridad, la capacidad de poner y disponer, la autoridad, engancha.

Basándonos en uno de los principios más famosos desarrollados por el pensador griego y base del pensamiento lógico actual, llamado el principio de la contradicción, ¿podríamos decir que si nuestros dirigentes son hombres buenos, pero actúan mal, la primera premisa es falsa?

Decía Aristóteles en su Metafísica que «Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido». Por tanto, nada puede ser bueno y no bueno de forma simultánea. El mando  de ese barco a la deriva se presenta como los salvadores, como el protector de nuestras almas y como el hombro donde llorar, pero en realidad está echando el ancla, se están repartiendo los salvavidas entre ellos y están cerrando el candado de las mazmorras.

Eso sí, no seré yo quien contradiga a Aristóteles.

Autor: Alberto Céspedes. Mirando al futuro desde el retrovisor. Geógrafo, viajero. Lo mismo leo a Isabel Allende que veo un combate de Mike Tyson. Defensor de la libertad de la expresión, aunque, como decía Camarón, a veces duela.

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